A veces necesitas estar seguro de poder nadar, saber que flotar es posible, que unos cuantos movimientos acompasados y aprendidos desde la niñez son suficientes para mantenerte ahí, con el agua al borde de tu cuello,¡si!, pero ahí, lejos del peligro, confundido en medio de lo natural: es eso que llamamos vivir, eso que, a veces, es tan solo sobrevivir.
Pero en ocasiones, sin embargo, la corriente se vuelve intensa, todo va muy deprisa y el vértigo se apodera de tu destino. ¡Miedo!. ¡Es miedo!. Y el miedo a duras penas se contiene. Su violencia, su desbordante fuerza lo invade todo, inunda tus sentidos, anega tu esperanza.
Entonces, necesitas hacer pie, apoyarte, sentir que a pesar de todo hay cosas que no fallan, que no siempre es necesario bracear, que todo es mas sencillo, mucho mas sencillo, que basta con extender tus miembros y pisar,pisar fuerte y anclarte sobre tus convicciones, sobre esas cuatro cosas que nunca te han fallado, sobre el amor, sobre la fe, sobre tí mismo que eres Luz, sobre ti mismo que como el Sol alumbras con tu vida el resto de la existencia.
Eduardo Rodríguez Moro
Y qué gran alivio es el momento en el que por fin haces pie y comprendes que todo va a salir bien y que la corriente no va a poder contigo, al menos esta vez. Un beso. Ana
ResponderEliminarEs, entonces, cuando en un cara a cara con el miedo ganas tú e igual que conseguiste mirarle de frente gracias a esas cosas que nunca te han fallado puedes con cualquier otra zancadilla u obstáculo. Un abrazo. Marycheivis.
ResponderEliminarQué fácil y a la vez qué difícil escribir así, desde lo más sencillo, desde la experiencia... Cuántas veces nadando, flotando, braceando... cúantas veces arrastrado por esa corriente violenta... Y gracias a Dios, cúantas, las más de un tiempo a ésta parte, haciendo pie, apoyándote, pisando fuerte y anclándote a lo que importa, a tu SER.... Bien escrito, cariño!!
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