viernes, 20 de noviembre de 2015

VIVIR CON AMOR

  Como de costumbre, aquella mañana  tu despertador sacudía mi oreja con su molesto tono  una y otra  vez. Lo mirabas, lo posponías, cerrabas los ojos y.... volvía a sonar.¡Qué suplicio!,  ¡Qué difícil te es arrancar!, ¡Qué complicado hilar los primeros instantes del nuevo día, salir de la calidez de tu cama, de nuestra cama, y espabilar!.
A mi, después de tanta alarma, el sueño se me hacía más ligero, te escuchaba entrar y salir, sentía tus pasos de pie desnudo que andaban hacia la cocina, el batir de la cuchara en tu taza de café,  la corredera  del  armario donde guardabas la ropa con la que te vestías, los grifos del baño...Te percibía a cada movimiento y eso  me gustaba. Lejos de querer que te dieras prisa, lejos de querer que te ausentaras ¡ya! para poder profundizar yo en mi tenue sueño, disfrutaba con aquella cantinela casera, con aquellos pequeños sonidos de ti.
Luego oía la puerta de la calle anunciando tu marcha y entonces sí, entonces me removía buscando un acomodo para caer  de nuevo rendido un rato, un ratito más, hasta que naciera mi mañana.
Aquel día de Noviembre, aun somnoliento, mientras estiraba mis huesos, mientras activaba mis sentidos y afilaba mis ojos, vi tu nota adherida a la puerta de la nevera con aquel pequeño imán de la Giralda de Sevilla.

"Nunca pensé que el día a día podría ser así, tan...fácil, aunque luego lo entiendo porque en el fondo somos iguales y lo único que buscamos es VIVIR CON AMOR...y cuando se quiere eso..."

Cogí la nota que me habías escrito y la pegué en la puerta de nuestra casa...quería verla cada vez que saliera de ella, cada vez que tuviera que entrar. Si puedo seguir  leyendo  esta nota dentro de unos días, dentro de unos años, sabré entonces que todo está bien, que todo sigue igual - me dije-.
Han pasado ya algunos Noviembres y la nota que vigila y estimula mi conciencia aún permanece  ahí, escrita  de tu puño y de tu letra, producto de esa sencillez de plomo que te caracteriza. Yo la leo casi todos los días y casi todos los días pienso lo mismo; ¡todo está bien!, ¡todo está en su sitio!, ¡aún la amo!, ¡aún me ama!.
Eduardo Rodríguez Moro

lunes, 16 de noviembre de 2015

HACIENDO PIE

    A veces necesitas estar seguro de poder nadar, saber que flotar es posible, que unos cuantos movimientos acompasados y aprendidos desde la niñez son suficientes para mantenerte ahí, con el agua al borde de tu  cuello,¡si!, pero ahí, lejos del peligro, confundido en medio de lo natural:  es eso que llamamos vivir, eso  que, a veces, es tan solo sobrevivir.
    Pero en ocasiones, sin embargo, la corriente se vuelve  intensa, todo va muy deprisa y el vértigo se apodera de tu destino. ¡Miedo!. ¡Es miedo!. Y el miedo a duras penas se contiene.  Su violencia, su desbordante fuerza lo invade todo, inunda tus sentidos, anega tu esperanza. 
    Entonces, necesitas hacer pie, apoyarte, sentir que a pesar de todo hay cosas que no fallan, que no siempre es necesario bracear, que todo es mas sencillo, mucho mas sencillo, que basta con extender tus miembros y pisar,pisar fuerte y  anclarte sobre  tus convicciones, sobre esas cuatro cosas que nunca te han  fallado, sobre el amor, sobre la fe, sobre tí mismo que eres Luz, sobre ti mismo que como el Sol alumbras con tu vida el resto de la  existencia.
Eduardo Rodríguez Moro